BASÍLICA DE SANTO DOMINGO

MAPA

BASILICA DE SANTO DOMINGO

La grandeza de la Basílica de Santo Domingo manifiesta visivamente la influencia de los dominicos en Siena al tiempo de Catalina. San Francisco y Santo Domingo crearon una original forma de vida religiosa que se adaptaba a las nuevas ciudades comerciales. Al revés de los monjes, los frailes no producían su sustento y dependían de la generosidad de la gente de la comunidad: eran llamados mendicantes. Los conventos estaban situados en las afueras de las ciudades, en los suburbios donde vivían los más pobres. La capacidad de sus iglesias estaba pensada para acoger a la gran masa humana que asistía a las celebraciones religiosas. Aquí en esta iglesia, que domina el barrio de Fontebranda, Catalina ha participado a la Santa Misa muchas veces.

Este lugar explica también el saber teológico de Santa Catalina: los dominicos se llaman “predicadores” porque su finalidad es la enseñanza de las verdades de fe. Por lo tanto, Santa Catalina, no obstante sus orígines humildes, pudo contar con una buena instrucción religiosa que aumentará admirablemente con las sucesivas revelaciones divinas.

LOS DOMINICOS EN SIENA

La Orden nació a principios del siglo XIII en Languedoc (Francia ) por obra de Santo Domingo de Guzmán: su finalidad era la de luchar contra la herejía cátara. Domingo y sus compañeros eligieron luchar contra las doctrinas heréticas por medio de la predicación y por medio del ejemplo de una severa ascesis personal, viviendo en pobreza y mendicidad. Para confutar las doctrinas heterodoxas era necesario que los predicadores, además de ser ejemplarmente pobres, tuviesen también una sólida preparación cultural. Los conventos de los dominicos se convirtieron en importantes centros de estudios teológicos y bíblicos. Pertenecieron a esta orden algunos de los teólogos medievales más importantes, como Santo Tomás de Aquino y San Alberto Magno.

Los primeros frailes llegaron a Siena siguiendo el fundador Domingo de Guzmán alrededor de 1215-1216, cuando él fue a Roma para la aprobación de la Regla de la Orden de los Predicadores por Papa Honorio III, el 22 de Diciembre de 1216. En principio, el grupo de frailes encontró hospitalidad en la parte sur de la ciudad: después, el senese Fortebraccio Malavolti les donó la colina de Camporegio para que construyesen su iglesia y su convento.

El asentamiento de los Dominicos en Siena está principalmente relacionado a la presencia de lo Studium, la actual Universidad, y al hecho de que la Orden tuviese por tareas la lucha contra las herejías y la salvación de las almas a través de la predicación y de la enseñanza. La presencia de los Dominicos en las principales ciudades europeas y sedes universitarias se debe de manera particular a su dedicación a la enseñanza.

La construcción tanto de la iglesia como del convento acabó hacia 1262-1265. La iglesia, muy grande, debía responder a la exigencia de una nueva evangelización y debía adaptarse para acoger la multitud de personas que iban a escuchar las predicaciones de los frailes Predicadores o Dominicos.

Las leyes del Gran Duque Leopoldo suprimieron el convento y en 1786 se convirtió en monasterio benedictino hasta 1912, cuando los benedictinos lo abandonaron. En 1920 los padres dominicos pudieron regresar a su iglesia y a su convento, donde residen actualmente, y conservan la memoria de la espiritualidad de Santa Catalina de Siena.

ARQUITECTURA

La Basílica de Santo Domingo es un espléndido modelo de arquitectura gótica propia de la orden de los mendicantes del siglo XIII-XIV. Construida entre 1225 y 1265, a lo largo del siglo XIV fue ampliada en las formas sencillas e imponentes que observamos.
Desde lo alto de la colina de Camporegio, así llamada porque según la tradición aquí acampó el rey Enrique IV durante el asedio de 1186, la Basílica domina el Oratorio de la Contrada (barrio) de la Oca (antes este Oratorio era la tintorería del padre de la Santa), la Iglesia del Crucifijo y la Casa de Santa Catalina.
En la sobriedad de sus formas y en su aspecto majestuoso, ideales para contener el mayor número de fieles, la Basílica responde a las exigencias de evangelización de los dominicos, que la construyeron en los alrededores de la ciudad para continuar con su obra de enseñanza y dirección de las conciencias cuanto más cerca posible de la comunidad urbana.
Toda la estructura es de ladrillo y el exterior se caracteriza por la falta de decoraciones. Los únicos elementos que la animan son las altas y estrechas ventanas que inundan de luz el interior de la Basílica. En efecto, la arquitectura gótica buscaba la mayor iluminación posible: símbolo de Dios, el resplandor de la luz que entraba iluminaba la oscuridad de la condición humana.
La entrada en la Basílica está en el lado izquierdo de la iglesia porque la fachada, iniciada pero no terminada, está ocupada por la estructura sobreelevada de la Capilla de las Bóvedas, lugar de oración de las terciarias dominicas y lugar de fe relacionado con numerosos episodios de santidad de Catalina de Siena.
La monumentalidad de la Basílica se manifiesta más aún en su interior por la altura de la nave, cubierta de madera, y por la inmensidad del espacio que termina con el altar mayor, centro focal de la iglesia. El altar es el lugar donde se hace memoria del sacrificio de Cristo, piedra angular de la salvación. Era también el centro de interés para Santa Catalina, profundamente enamorada de Su Señor que había derramado Su Sangre por Ella.
En la pared frente a la puerta de entrada se encuentra la Capilla de Santa Catalina que Niccolò Bensi mandó construir en 1460 y que conserva, en un magnífico altar de mármol de Giovanni di Stefano, la reliquia de la cabeza de Santa Catalina, traída desde Roma en 1384 por Raimondo da Capua.

La Capilla de las Bóvedas

La Capilla de las Bóvedas, llamada también de los Milagros, es el comienzo para conocer la figura de Santa Catalina.
En este espacio sobrealzado respecto al resto de la iglesia, donde se reunían en oración las terciarias dominicas, Catalina vivió gran parte de su extraordinaria experiencia mística.
Es en esta capilla que, muy joven, vistió el hábito religioso de la Tercera Orden de Santo Domingo, decidida a consagrar toda su vida a Dios. Aquí, la santa en oración tuvo frecuentes éxtasis, durante los cuales se apoyaba en el pilar octagonal situado en el lado abierto de la capilla. De las continuas conversaciones con Jesus ocurridas en este mismo lugar y transcritas por sus discípulos, nació su obra doctrinal más importante, el libro Dialoghi della Divina Provvidenza.
Entrando en la capilla, a la izquierda, se observa la pintura que representa Santa Catalina y una devota del pintor Andrea Vanni. Se trata de un fresco colocado inicialmente en la pared contigua, desprendido y colocado en su actual posición en 1667. La importancia de esta pintura está en el hecho que se realizó cuando Catalina estaba viva: es su “vera imago”, es decir un auténtico y verdadero retrato de sus facciones. Además, el pintor Andrea Vanni fue un fiel discípulo de la Santa, al que le dirigió algunas cartas de su Epistolario. El pintor quiso expresar en esta obra la devoción que sentía hacia aquella que consideraba “Mamma” y “Maestra”. En el fresco Catalina está representada con el hábito blanco y el manto negro de las terciarias; tiene en la mano un lirio blanco, símbolo de pureza, que se convertirá en su atributo iconográfico. Observando las manos, se nota que tiene los estigmas, particular importante, que permite fecharlo después del 1 de Abril de 1375, cuando Catalina los recibió en la iglesia de Santa Cristina a Pisa. La joven arrodillada es una discípula, símbolo de todos los hijos espirituales de Catalina, de ayer y de hoy y de todos aquellos que quieren conocer su vida, sus obras y su mensaje de paz.
En la pared opuesta hay dos pinturas que representan los principales episodios milagrosos ocurridos en esta capilla y referidos por su biógrafo y confesor, el beato Raimondo da Capua, en la Legenda Major. En una de estas pinturas, la santa dona su vestido a Jesús que se le había aparecido con aspecto de peregrino. Los impulsos de caridad hacia los pobres, rasgo común en la vida de muchos santos, se explican con la identificación de Jesús en los pobres.
En la otra pintura, Jesús devuelve a Catalina la crucecita del rosario que ella misma le había regalado. Las dos pinturas son del senese Crescenzio Gambarelli, fechadas 1602.
Las otras pinturas que se admiran en esta capilla ilustran otros momentos de la vida de la santa. En la pared frente a la entrada, hay dos telas de Crescenzio Gambarini, las dos de 1602, que representan Santa Catalina que lee el breviario en compañia de Jesús y la Muerte de la santa. En la parte central: la Aparición de Santa Catalina a Santa Rosa de Lima del pintor senese Deifebo Burbarini.
En el centro de la pared de la derecha, otra importante pintura realizada por Mattia Preti entre 1672 y 1673 durante la permanencia del artista en Malta. La pintura, comisionada por los Piccolomini para el altar familiar en la Basílica de San Francisco, fue trasladada en la iglesia de Santo Domingo en 1890 y colocada en esta capilla. La tela representa el solemne momento histórico durante el cual el Papa Pio II, el senese Enea Silvio Piccolomini, bendice el sobrino Francisco Piccolomini, arzobispo de Siena, después de entregarle la bula de canonización de Santa Catalina, es decir la declaración uficial de su santidad el 29 de Junio de 1461.

LA VITRINA DE LAS RELIQUIAS

Entrando en la iglesia de santo Domingo, a mitad del lado derecho de la nave, en el interior de una vitrina situada en la pared se encuentran algunas reliquias de Santa Catalina.

Por reliquias (del latín reliquus, quedar) se entiende todo lo que queda del cuerpo de las personas a las que se les reconoce extraordinarias virtudes de santidad. Con el tiempo, la palabra se ha extendido también a ropa y objetos a contacto directo de los santos.

La veneración de las reliquias se difundió desde los albores de la cristianidad y trae origen del hecho que Dios se hizo hombre, dejando huellas concretas de su existencia terrena. El culto se extendió después a las reliquias de los santos, ellos mismos “otros Cristos”, de los que se preservan los restos. Fue la Edad Media la época de mayor veneración de las reliquias. La presencia de ellas significaba, para una ciudad o un santuario que las poseía, prestigio y protección, además de ser importantes lugares de peregrinaje.

En la vitrina, se puede ver la reliquia del pulgar de la mano derecha, conservada en el interior de un relicario de cristal y plata. Con esta reliquia se imparte cada año en la Plaza del Campo la bendición a Italia y a Europa, de las que Catalina es patrona, en ocasión de los festejos en honor a la santa.
La vitrina contiene también otros objetos relacionados con la santa: el cáliz, del que recibió la Eucaristía del mismo Jesús; las disciplinas, con las que se imponía penitencia hasta tres veces al día; y la piedra consagrada que, colocada sobre un altar portátil, permitía a un sacerdote celebrar la Santa Misa y administrarle los sacramentos en cualquier lugar se encontrase. Esta piedra parece ser que haya sido salpicada por la sangre de Tomás Becket cuando lo asesinaron en la catedral de Canterbury, donde Catalina se encontraba en peregrinaje.
En el centro de la vitrina, está colocado el busto en bronce repujado que sirvió para conservar la cabeza de la Santa, la más importante de sus reliquias, antes de trasladarla a la cercana capilla.

LA CAPPILLA DE SANTA CATALINA

En 1466 Niccoló Bensi mandó construir la capilla, utilizando la parte anterior de la antigua sacristía, para conservar la sagrada cabeza de Catalina, la más insigne de las reliquias de la santa, traída de Roma a Siena después de su muerte.

Catalina murió en Roma el 29 de Abril de 1380 y la enterraron en el cementerio de Santa María sopra Minerva. Después de poco tiempo, a causa de la humedad del lugar, fue exhumada y sepultada en la misma basílica. Fue en esa ocasión que el beato Raimondo da Capua, por entonces Maestro General de la Orden de los Predicadores, pidió y obtuvo del Papa Urbano VI la autorización de separar la cabeza del cuerpo. Trajeron la sagrada reliquia a Siena dentro de una bolsa de seda que todavía se conserva en la Casa- Santuario.

En 1385 el mismo Raimondo da Capua informó el gobierno de la República de Siena que la cabeza de Catalina se encontraba en la ciudad. Organizaron una solemne procesión que desde la iglesia de San Lázaro, fuera de puerta Romana, continuó hasta la basílica de Santo Domingo, donde la reliquia se conserva dentro de un busto de cobre actualmente expuesto en la vitrina a la derecha de esta capilla.

Tras la canonización de Catalina, el 29 de Junio de 1461 durante el pontificado de Pio II, Niccoló Bensi senese, decidió construir esta capilla para dar digna morada a la preciosa reliquia. El altar en mármol colocado en el centro de la pared del fondo ha sido esculpido por Giovanni di Stefano en 1466, siempre por voluntad de Niccoló Bensi, como confirma la inscripción a la base del altar. La sagrada cabeza se encuentra en el interior de la cavidad central, protegida por una reja dorada. El primer busto de cobre fue sustituido, primero, por uno de plata, diseñado por el autor de la capilla Giovanni di Stefano, y en 1711, por una urna realizada por Giovanni Piamontini (actualmente colocada en una capilla del transepto derecho), donde la reliquia estuvo hasta 1931 cuando los padres dominicos decidieron de colocarla en la actual urna de plata y esmaltes a forma de templo gótico, realizada por el órfebre florentino David Manetti y diseñada por el platero Angelo Giorgi.

A lo largo de los siglos graves acontecimientos amenazaron la sagrada reliquia, quedando siempre intacta. En 1531 estuvo a punto de ser destruida por un violento incendio que estalló en la basílica, cuando uno de los frailes, Guillermo de Florencia, se lanzó entre las llamas, poniéndola a salvo. En el mes de Mayo de 1609, después de una procesión, los habitantes de Fontebranda intentaron apoderarse de ella para custodiarla en el barrio: hubo muchos desórdenes, hasta que el gobierno logró devolver la reliquia a la iglesia de Santo Domingo. Dos siglos más tarde, en 1798, la reliquia quedó sorprendentemente indemne a consecuencia de un terremoto que perjudicó la basílica. Trasladada en la Librería Piccolomini dentro del Duomo, volvieron a ponerla en esta capilla el domingo in Albis de 1806.

La decoración de las paredes se inició algunos años más tarde de la construcción de la capilla y del altar. En 1526, Giovanni Bazzi llamado el Sodoma realizó a los lados del altar dos de sus obras maestras más célebres, el Desmayo místico y el Éxtasis de la santa, que atestiguan la intensidad de la oración de Santa Catalina. No se puede hablar de excesos sentimentales: el desmayo de Santa Catalina es un auténtico desmayo frente a la grandeza de Dios. En el éxtasis, en cambio, su persona y su espíritu están totalmente absorbidos en la contemplación divina: por eso se define rapto espiritual. A pesar del poco espacio a disposición , el pintor conseguió dar a estas escenas una extraordinaria monumentalidad, mezclando a la perfección del diseño y a la magistral combinación de los colores una estructura compositiva solemne y equilibrada. Del mismo Sodoma es el gran fresco de la pared izquierda que representa la Decapitación de Nicolás de Tuldo. En una de las páginas más significativas del Epistolario de Catalina, se lee que en 1377 Nicolás de Tuldo, noble perugino, ha sido injustamente condenado a muerte por los magistrados de Siena con la acusación de espionaje. Encarceladoy caído en una honda desesperación, recibió la visita de Santa Catalina, cuyas palabras lo confortaron hasta tal punto que consiguió entregar su propia voluntad entre las manos divinas y se dejó llevar al patíbulo “como manso cordero”.

Entre 1593 y 1596, Francesco Vanni, otro gran pintor de Siena, realizó a óleo sobre muro la pintura de la pared de enfrente. La escena, ambientada en un pórtico, representa a Santa Catalina que sana a una endemoniada en medio de una muchedumbre asombrada de personas de varios orígenes sociales (nobles, religiosos, mendigos y gente de pueblo), casi para subrayar el carácter universal del mensaje de la santa.

Completa la capilla el preciado pavimento de mármol de siglo XV que representa Orfeo y los animales, diseñado por un artista de la manera de Francesco di Giorgio Martini.